viernes, 29 de enero de 2010

Topónimos cordobeses (I)

Si algo caracteriza a los gobernantes de cualquier pelaje es su convencimiento de que ellos y sus obras (si es que llegan a hacer alguna) suponen un hito fundamental en el devenir histórico de sus gobernados. En el ámbito local de una ciudad este fenómeno tiene varias manifestaciones, desde obras "faraónicas" cuyo único sentido es el "que hablen de uno, aunque sea para mal", hasta la obsesión por cambiar constantemente el nombre de las calles, colocando en muchas de ellas los nombres de sus afines, sin caer en la cuenta de que los que lleguen detrás los quitarán y pondrán a los suyos. Otras veces se cambian los nombres por pura vanidad intelectual (ya menos) o como recuerdo de hechos o de un contexto que pronto pasa al olvido (¿quién reconocería hoy el porqué del nombre de la Avenida de Libia, fuera ya de los años de la amistad inquebrantable con los pueblos árabes con la que se adornaba la diplomacia española de los años 50, 60 y 70?). En otros cambios, en fin, sí pudiera haber argumentos para honrar determinada calle con un nuevo hecho o personaje, pero sin pensar que el topónimo que quitan para poner el nuevo puede llegar a tener los mismos o más derechos en el imaginario colectivo del pueblo llano.

Por eso, ante estas vueltas y revueltas del callejero, es reconfortante encontrarse con topónimos que perduran, que resisten la fama ocasional de advenedizos, por mucho que ellos ya no aparezcan oficialmente en el nomenclator urbano. Ni falta que les hace.

Así, nombres como el de "Fuensantilla", que rememorando la histórica alcubilla situada extramuros de la ciudad, sigue designando para los cordobeses la zona donde se encuentran las actuales Avenida de las Ollerías, Agrupación Córdoba y Ronda del Marrubial. Más al norte, "Los Santos Pintados", en la actual Glorieta de Los Almogávares, recuerdan el humilladero que los Padres Carmelitas de San Cayetano tenían en la tapia de su extensa huerta antes de que llegase el ferrocarril a la ciudad.

La calle "María Auxiliadora" sigue siendo la calle "Mayor" para la mayor parte de los habitantes del barrio de San Lorenzo, que no admiten que su barrio no tenga como otros el honor de designar así su calle principal. Vecinos para los que, además, la plaza del Cristo de Gracia, antes del Corazón de María, es el humilde "Jardín del Alpargate".

Por San Andrés, la calle Gutiérrez de los Ríos siempre será la calle Almonas (Armonas, en nuestra habla). Juan Rufo, a pesar de sus indudables méritos, no puede competir con la fuente de la "Fuenseca", que sigue apropiándose del nombre de su calle. A pesar de su importancia, ¡el mismísimo san Fernando! es incapaz de vencer contra la "Feria". Ni con el hecho de que este nombre de "Feria" lo tenga en propiedad "oficial" otra calle cordobesa, cercana a al Plaza de Colón, a la que los cordobeses se resisten a dejar de llamar "Campo de la Merced". Y si no "respetan" a quien retomó para el Cristianismo su ciudad, tampoco lo hacen con su fundador, Claudio Marcelo, postergado ante la realidad indudable que suponía para el pueblo una calle "Nueva" que modificaba el entramado callejero secular entre la Villa y la Ajerquía, y a cuyo centro comercial de La Corredera se bajaba, y se baja, por la "Espartería".

¿Por qué motivo se resisten estos topónimos a desaparecer? Es un misterio, pero algo tienen en común: no participan de fastos oficiales, ni de renombres personales, por muy justificados que estuviesen. Son sencillas fábricas de jabón, alcubillas inmemoriales donde se ha saciado la sed y altares sin pretensiones los que desafían las vanidades humanas.