viernes, 31 de diciembre de 2010

El extraño "pórtico" de San Lorenzo

Aparte de su por su magnífico rosetón, la iglesia de San Lorenzo es única en la ciudad de Córdoba por tener un pórtico que antecede a su fachada. Dicho pórtico consta de cinco arcos, tres en el frontal, y dos laterales, recayentes a las calles María Auxiliadora (calle Mayor) y Jesús del Calvario (calle la Banda). En algún momento fue tapiado, y sólo le dejaron abierta una pequeña puerta enrejada para acceso a la iglesia, que es en la situación en la que Teodomiro Ramírez de Arellano lo conoció y plasmó en sus Paseos. Según este mismo autor, dicho pórtico tuvo unas pinturas murales que desaparecieron en el siglo XIX y que parecen haberse perdido para siempre, puesto que no ha sido "rescatadas" en la última y espléndida restauración del templo de hace un par de años.


Imagen 1. La iglesia con el pórtico tapiado, finales del XIX. Fuente: Archivo Municipal.


¿Pero por qué sólo esta iglesia de entre sus "hermanas fernandinas" tiene este pórtico? Pues realmente no se sabe con certeza, por lo que quiero plantear aquí algunas hipótesis que he ido entresacando, lo que después de todo puede ser un ejercicio inútil, y el motivo sea tan simple como que "le dio por ahí al maestro constructor de la iglesia". Pero al menos queden como curiosidad.

En la tesis doctoral "Arquitectura Medieval Cristiana de Córdoba" de la Doctora María de los Ángeles Jordano, se señala que el pórtico fue un añadido posterior a la construcción original del templo, aunque por la tosquedad de su factura no la fecha más allá de mediados del XIV (cuando la iglesia estima fue construida entre mediados del XIII o finales del XIV). En esta misma tesis, la autora cita a otro autor, Serrano Orvín, que en 1976 planteaba la hipótesis de que dicho pórtico se realizase para disimular la irregularidad de la fachada debida a la conservación en un lateral un antiguo alminar, torre provisional (y quizás en no muy buen estado) hasta que Hernán Ruiz II construyó encima del mismo el soberbio cuerpo de campanas terminado en 1555. Esta es pues la primera hipótesis, y la única que he visto documentada: que el pórtico se hiciera para "tapar" una "imperfección arquitectónica".

Imagen 2. La iglesia con el pórtico "abierto". Fuente: Archivo Municipal.


La segunda hipótesis me la comentó hace tiempo un conocido historiador. Parte del hecho de que en el norte de la provincia de Córdoba es frecuente la presencia de iglesias o ermitas con pórticos similares al que nos ocupa, que ocupan todo la fachada y cuya finalidad era servir de cobijo a  a romeros o peregrinos. Entre estas ermitas quizás la más conocida sea la de la Virgen de Luna, entre Pozoblanco y Villanueva, aunque pueden enumerarse otras del mismo tipo que cita la propia Doctora Jordano en el El Guijo (Virgen de las Cruces), Belalcázar (Nta. Sra. de las Alcantarillas) o Fuente Ovejuna (Nta. Sra. del Castillo). Todas ellas en tierras de nuestra provincia que, entonces y ahora, destacan por su actividad ganadera, por lo que no es desdeñable que aquellos pórticos sirviesen en momentos concretos también de refugio a pequeños rebaños, muchos de ellos soportando duras jornadas trashumantes viniendo desde la Meseta.

Imagen 3. Santuario de la Virgen de Luna. Fuente: Turismo de Córdoba.


Precisamente, el barrio de San Lorenzo era la entrada a nuestra capital de las vías pecuarias por las que transitaban estos rebaños. Así, desde el descansadero del arroyo de Pedroches, la mismísima Cañada Real Soriana seguía, hasta mediados del siglo XX, por la actual calle Cinco Caballeros ("antiguo camino de Pedroches"), llegaba a la Puerta de Plansencia, y desde ahí giraba bruscamente al norte buscando la Fuensantilla y las actuales Ollerías (http://www.gmu.ayuncordoba.es/descripcion-de-las-vias-pecuarias-existentes-en-el-termino-municipal-segun-su-proyecto-de-clasificacion.html)%20. La propia tradición de la Aparición de San Rafael al Padre Roelas señala que éste, cuando vio en esa zona del arroyo del Camello a los cinco caballeros lo primero que pensó  fue que eran tratantes de ganado.

Y esta Cañada Real no era el único camino pecuario. También la Vereda de la Alcaidía cruzaba por la zona del Marrubial, y este mismo ejido era uno de los terrenos comunales de la ciudad donde los humildes cordobeses podían llevar sus pequeños rebaños estantes a pastar libremente. En suma, que junto a la Puerta de "Plasencia" (por cierto, otra ciudad de raigambre ganadera) el trajín de animales tenía que ser frecuente, y quizás algunos de ellos pernoctasen bajo el pórtico de San Lorenzo. Hoy puede parecer algo raro pensar en rebaños cruzando por medio de la población, pero hay que tener en cuenta que este barrio tuvo durante siglos una muy escasa densidad de habitantes, y su Calle Mayor, que comunicaba la Puerta de Plasencia con la iglesia de San Lorenzo, se fue conformando urbanísticamente de manera muy lenta tras la Reconquista, y siempre a la zaga que lo que históricamente había sido su origen: una mera vía de comunicación que hundía sus raíces en la secular Vía Augusta. 

Finalmente, la tercera hipótesis me la sugirió Manuel Estévez, cronista "oficioso" del barrio, y es una variante de la anterior, aunque con menos "glamour". El pórtico se habría concebido ciertamente como refugio, pero más que para ganado, para dar un precario techo los pobres de solemnidad que, desgraciadamente, siempre han proliferado en San Lorenzo. Por ello, cuando en el Motín del pan de 1652  los vecinos del barrio se armaron con lo que primero que encontraron a mano tuvieron claro desde un principio quiénes debían ser objeto de sus (justificadas) iras: no fueron a por los pobres y maltrechos curas de San Lorenzo, sino que enfilaron sus pasos Santa María de Gracia arriba, buscando airados una audiencia con el Obispo Pedro de Tapia... después de tratar infructuosamente de linchar al Corregidor, Vizconde de Peña Parda, que se salvó por lo pelos saltando por los tejados.

(Nota: Aunque he usado el término "pórtico" por ser el más preciso académicamente, a la mayoría de los vecinos del barrio esta palabra, o no les suena a nada, o si acaso les suena a "cosa" de griegos o similares, porque ellos lo que emplean es el término "portalón" que según la RAE es "puerta grande que hay en los palacios antiguos y cierra no la casa, sino un patio descubierto", y que a lo mejor queda como recuerdo en el subsconciente popular de cuando el pórtico andaba tapiado).

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Los olvidados árboles de Córdoba

Este pasado verano adquirieron cierta notoriedad varias noticias cuyo denominador común fue el arbolado de nuestra ciudad. En primer lugar, la lucha de unos vecinos en la calle Marquesa de Valdeiglesias por evitar una tala indiscriminada como consecuencia de las obras de una acometida de aguas. Su coraje tuvo éxito, y la sinrazón debió recular. Posteriormente, la noticia prendió con mucha más fuerza en el Parque Cruz Conde, como reacción a un proyecto de remodelación basado en el granito, el hormigón y la eliminación de masa vegetal; y sobre todo en la desinformación interesada. Aún prosigue la guerra de los grupos ciudadanos que levantaron valientemente su voz. La tercera y última noticia, por último, tuvo como origen la “negligencia” de unas constructoras que, “por error”, dañaron de forma irremediable unos venerables olmos junto al Cementerio de San Rafael. Tuvieron que arrancarse para evitar daños mayores. El Ayuntamiento, justamente, inició un expediente de sanción. Pero la cosa, por fortuna, no queda ahí: tanto trasiego arbóreo ha provocado que un puñado de ciudadanos ejemplares se hayan sentido interpelado y han constituido una plataforma en defensa de nuestro arbolado:

Plataforma en defensa del árbol en Córdoba:
http://www.facebook.com/group.php?gid=131639980218001

… Seguramente, el primer árbol citado en Córdoba sea el plátano que, según el poeta Marcial, plantó Cayo Julio César durante una de sus estancias en nuestra ciudad, probablemente cuando estuvo destinado como pretor de la Ulterior. Pero es un caso aislado. Lo que es plantar árboles con cierto criterio en la ciudad o sus alrededores sólo llegó con los aires de la Ilustración de finales del XVIII. En épocas anteriores, dentro de las murallas las fuentes sólo hablan de árboles que crecen salvajes, como los álamos que en la calle Enrique Redel flanqueaban el cauce estacional del arroyo de San Lorenzo. Alguna higuera o cabrahigo desperdigado. Y algún frutal que asomara más de la cuenta por parillas o muros, como los perales o cidros que dieron nombres a sendas calles en las Costanillas y San Andrés. Poco más. En los ruedos que circundan las murallas, por el contrario, sí se refieren plantaciones más o menos regulares de higueras, moreras (¡qué industria de la seda desaprovechada!), cidros, naranjos, limoneros, duraznos (especie de melocotonero), guindos, olivos, ciruelos, membrillos, nogales, almezos... Y subiendo más arriba por la sierra abundan las encinas y alcornoques, a los que acompañan acebuches, algarrobos, pinos, avellanos y castaños, majuelos, junto a los arroyos fresnos y sauces…

Pero volviendo a la ciudad, es en el siglo XVIII, como se ha señalado, cuando se crea en el Barrio de San Antón el primer paseo como tal, flanqueado por álamos. Se elige esa zona de Córdoba (hoy más bien olvidada) porque la Puerta Nueva era, desde los tiempos de Felipe II, el principal acceso por el camino de Madrid. Y había que poner presentable la entrada a los ilustres visitantes, sobre todo regios. Más tarde, el ferrocarril cambió el medio habitual de transporte, y el haza de la Agricultura y el antiguo ejido de la Victoria, ambos en el trayecto de la estación al casco urbano, se empezaron a engalanar con jardines y arboledas para recibir con algo de decoro a los nuevos visitantes motorizados.

De estos tiempos es un interesante informe de 1882, recogido en el libro "Córdoba en el siglo XIX, modernización de una trama histórica", en el que se citan las especies arbóreas que, con criterios botánicos, se consideraban más adecuadas para dichos jardines (1): olmos, álamos, arces, plátanos, castaños de indias, tilos, catalpas, manchuras (¿?) y paraísos. Es también en esta época cuando comienza a introducirse por nuestras latitudes el ailanto, especie de origen oriental avalada por sus cualidades de fácil plantación y crecimiento… tanto que hoy son una plaga: no hay solar abandonado donde no surjan brotes de esta especie sin ningún control.

Imagen1. Ailantos en un solar abandonado. Una estampa recurrente.

Aunque tarde, ciertamente la ciudad empieza ya a poseer una masa arbolada con cierto empaque, y ya en el siglo XX se acentúa la plantación de nuevos ejemplares. Olmos y plátanos, siguiendo la estela de los pioneros álamos blancos y negros se disponen profusamente en avenidas y calles de cierta importancia. En las fabriles Ollerías se plantan infinidad de acacias y arces (negundos). Las palmeras, siguiendo la tradición, se reservan para zonas ajardinadas con cierta “solera”. Los cipreses continúan con su aire funerario. Los eucaliptos se plantan por sus propiedades, dicen, balsámicas, además de sus usos industriales. Sueltos aquí y allá, algún fresno, alguna acacia espinosa, moreras papeleras, naranjos, aún menos limoneros, tilos en algún jardincito… y sobre todo las rústicas moreras, higueras, olmos y almezos que en ocasiones se incorporan como “extraños” a la ciudad a la par que sus antiguas huertas de las “redondas”, pero que en otras ocasiones son injustamente eliminados en nuevos barrios que junto al hormigón traen sus propios árboles. Y más especies empiezan a expandirse, algunas ya con carácter más “ornamental”, como los ciruelos japoneses, los paraísos o cinamomos (melias), los cedros, aligustres…


Imagen 2. Antiguos almezos junto a la piscina de Lepanto.

Llegamos a los tiempos actuales. Según ha aparecido recientemente en prensa, Córdoba cuenta con una apreciable relación de un árbol por cada cinco habitantes. Dato que hay que celebrar, pero con matices. Primero porque no es lo mismo el arbolado de los jardines, recintos con un número importante de ejemplares, generalmente bien cuidados, que el arbolado que simplemente se alinea y malvive en una calle. Y no son lo mismo los frondosos y venerables olmos, plátanos, acacias, etc. que van cayendo como consecuencia de la incuria y la dejadez, que los nuevos arbolitos de “diseño”, jacarandas, mimosas, albizias (la nueva moda), árboles de Júpiter, árboles del amor, etc., seguramente más bellos para el profano y menos “bastos”, pero que ni de lejos proporcionan las amplias sombras de los otros, a los que van desplazando.

Lo ”ornamental”, la “filigrana”, como en todas las cosas de la vida, tienen que venir como un añadido, siempre cuando se haya cubierto lo “básico”, y que en el caso de un árbol se centra simple y llanamente en proteger del sol y proporcionar frescor. Y esta carencia “básica” se nota en las avenidas o calles por donde malamente deambula en verano cualquier abrasado peatón. No se respeta al árbol antiguo si tiene la mala suerte de encontrarse por medio de una obra en el momento preciso en el instante fatídico. Da igual el sentimiento que lleven detrás, da igual que casi todos recordemos con cariño y nostalgia a algún árbol que nos recuerde tiempos ya pasados, donde haber jugado, trepado, escrito en su corteza o simplemente haber comido de sus humildes frutos.

Porque al final, a esas moreras, higueras, acacias, olmos, álamos… que llevan aquí más que nosotros, les es aplicable, intercambiando simplemente el nombre de la especie, aquello que cantara a una palmera Abderramán I: “Creces en la tierra en que eres peregrina”. Porque estos antiguos árboles son “exiliados” y “extraños” en su propia ciudad. Todavía resisten algunos, como ese espléndido y solitario fresno de Santa Marina, esquina con la calle Moriscos, que no se ha enterado aún de que por allí ya no circula “su” arroyo. Y que en su vejez, abandonado, trata de sobrevivir otro año más a los rigores de un invierno que, ojalá, no sea el último.

Imagen 3. El fresno de Santa Marina.

(1) “Descripción abreviada de los árboles que se han de adquirir para los paseos y jardines”. Córdoba 1 de diciembre de 1881. El Ingeniero Agrónomo Municipal, Juan de Dios de la Puente, en A.M.C.: Sec. 7ª Ser. 3. Caja 6-4. Exp. S.n.º: Relativo a la adquisición de árboles y arbustos con destino a su plantación en los jardines y paseos públicos. Año 1881, s.f.

domingo, 26 de septiembre de 2010

La Córdoba efímera (añadido)

Gracias al amigo José Manuel Ben-saprut, la entrada anterior puede enriquecerse en relación con los innumerables restos que han surgido (y seguirán surgiendo, sin duda) por debajo de la zona del Patriarca y la Arruzafa, y que pertenecen a un acueducto romano del que la Gerencia de Urbanismo da testimonio en el siguiente informe arqueológico de la zona norte de San Rafael de la Albaida:   


José Manuel lo pudo ver in situ, destacando de su paseo por la zona excavada una especie de alberca o depósito, de antigua factura, por donde entraba y salía el acueducto en cuestión, y que fácilmente puede verse aún en Google Earth, donde además se observa el tramo de acueducto saliente (imagen 1).  

Imagen 1: Alberca y tramo de acueducto (a partir de Google Earth y gentileza de J.M. Ben-saprut)

El caso es que esta construcción no debiera ser una desconocida: recurriendo a un plano catastral de la zona de mediados del XX (imagen 2), aparece justo en la linde del histórico camino que conduce a la Albaida (por cierto, en trance de desaparición), muy cerca del arroyo y el canal (imagen 3). Aunque se yerra con la época, ya se intuía su antigüedad al señalarla como "alberca árabe". Lo mismo que otra algo más al norte y que también ha sido "descubierta" con las excavaciones (imagen 4).

Imagen 2. Plano catastral de la zona (mediados del XX).


Imagen 3. Detalle del plano anterior donde puede identificarse la alberca reflejada en Google Earth.


Imagen 4. Alberca situada más al norte.

Lo curioso es que esta alberca que vio José Manuel la buscamos infructuosamente, plano en mano, durante la misma excursión por el Patriarca comentada en la entrada anterior. No dimos con ella porque no estaba visible. Como refleja el propio informe de la Gerencia, estaba enterrada en arena... por un circuito de moto-cross (cuyo trazado puede observarse en la foto aérea). Veamos qué hacen ahora con ella en su renovada estancia a la luz del día.

sábado, 11 de septiembre de 2010

La Córdoba efímera

Sin duda, los últimos años han sido frenéticos en la labor constructora a lo largo y ancho de nuestra ciudad. Obras y más obras, públicas y privadas, han expandido la ciudad o han remodelado profundamente algunas de sus partes. Dejando de un lado la tragedia social a la que ha conducido este desenfreno (que, sin ninguna duda, es lo más importante) con esta entrada me quiero limitar simplemente a mostrar algunos ejemplos fotográficos, fruto de los añorados paseos con mis amigos Ángel y Vicente, en busca y captura de lo que es consecuencia inevitable de levantar una ciudad como Córdoba al son de las obras: la aparición inesperada a la luz de restos arqueológicos, cuya presencia es, por desgracia, efímera.

1) La calle Alfaros y una extraña conducción

En 2004 estaba la calle Alfaros en obras con el fin de remodelarla. No voy a explayarme en qué me parece dicha reforma, a base de adoquines saltarines y losetas con grietas de serie. Lo que quiero destacar son los restos que surgieron a la altura de la bajada a la Fuenseca (Juan Rufo), y que fuimos a visitar por mera curiosidad cuando el periódico local dio cuenta de su aparición.

En la primera foto, puede verse una gran canalización de origen incierto. Preguntando a la arqueóloga municipal que estaba de guardia su impresión de qué era aquello, contestó que posiblemente fuese una estructura de evacuación de aguas residuales, pues por su amplitud y su carácter algo "basto", sin revestir, en principio no parecía que fuese apta para servir para abastecimiento de agua potable. No lo comentó, pero quizás otra opción es que fuese una infraestructura para canalizar algún arroyo pretérito que pasase por la zona, o que se formase ocasionalmente en épocas de lluvias. El caso es que ahí quedó la cosa, se taparon los restos y sinceramente no sé si se ha sabido algo más o se ha publicado algo al respecto.


Imagen 1. Conducción desconocida aparecida durante las obras de la calle Alfaros.


2) La calle Alfaros y una conducción mejor conocida

Justo al lado de la conducción anterior, entre sillares, apareció una vieja tubería a base de material cerámico (un atanor). Los operarios iban a eliminarla por considerarla innecesaria, pero por suerte pudimos advertirles de que esa tubería, por la dirección que llevaba, tenía que ser la que antiguamente conducía el agua a la fuente de la Fuenseca desde su venero, el cual nace por bajo de la cuesta del Bailío. Y que aún lleva agua es fácilmente comprobable: basta con acercarse a la hermosa fuente (hoy abastecida con agua "normal" de EMACSA), y a la altura de la tienda de Pedro Romero escuchar a través de la rejilla del alcantarillado cómo suena el agua del venero cuando desagua en el mismo (desgraciadamente sin ningún aprovechamiento).

 Imagen 2. Antigua conducción de atanores del venero de la Fuenseca aparecida durante las obras de la calle Alfaros.

3) Las cloacas de Antonio Maura

Cuando comenzaron a colocar los cimientos de un nuevo y pomposo edificio entre las calles Antonio Maura y Secretario Carretero, los arqueólogos se toparon con los restos de la conducción sin uso del venero de la Fábrica-Catedral. Estaba documentada su traza por allí, por lo que acudió puntualmente a su cita. Lo realmente novedoso fue el descubrimiento en el mismo solar de unos espectaculares restos romanos, según nos dijeron los arqueólogos unas cloacas (creo se han incorporado en parte en el sótano de dicho edificio). Posteriormente aparecerían más restos por esa zona de la Veterinaria, al parecer de un espectacular anfiteatro, cuya puesta en valor guarda aún el sueño de los justos...

Imagen 3. Restos de la conducción del Fábrica Catedral en Antonio Maura-Secretario Carretero.
 
Imagen 4. Restos de cloacas romanas en Antonio Maura-Secretario Carretero.


y 4) Los restos misteriosos del Patriarca

Paseando por el Patriarca en 2004, buscábamos los restos de un acueducto romano que, según nos comentaron, se encontraban diseminados por el cauce del arroyo que desciende desde esa loma hasta el Cortijo del Cura (acueducto, por cierto, "rehallado" y diezmado con las obras de la Ronda Oeste).

Siguiendo el pequeño arroyo aguas arriba desde el canal del Guadalmellato, no dimos con restos del acueducto, pero sí con unos trozos del característico hormigón romano, desperdigados cerca ya de las primeras casas del Patriarca conforme se sube. Nadie de por allí sabía su procedencia, aparte de que evidentemente algún o algunos los habían movido de su sitio. Por eso, los más importante fue que pudimos dar con unos restos a pocos metros de los anteriores, prácticamente enterrados, que sí estaban intactos en su lugar original. Pero nada más sacamos en claro, a pesar de comunicar el hecho a los responsables del ramo.

Imagen 5. Restos romanos desperdigados en el Patriarca.

Imagen 6. Restos romanos enterrados in situ en el Patriarca.

Imagen 7. Restos romanos enterrados in situ en el Patriarca (ampliación de detalle de la imagen anterior).

... Hasta que gracias a Puerta de Osario, he sabido que un profesional comprometido como es Jerónimo Sánchez ya había hablado del abandono oficial de estos importantes restos en 2007. 


Pasen y vean, y luego reflexionen sobre si Córdoba apuesta realmente por la cultura y su patrimonio, que es, no nos engañemos, de las pocas cosas en las que realmente seríamos competitivos.

sábado, 31 de julio de 2010

El arroyo de Ciudad Jardín

Rastreando por la Red, he dado por fin con un mapa antiguo que llevaba tiempo buscando (imagen 1). Me acordaba haberlo visto en una magnífica entrada de la antigua página de la Calleja de las Flores, pero con la (falsa) confianza de que lo que está en Internet sigue ahí para cuando uno lo necesite, no llegué a guardarlo. El caso es que en un documento sobre el urbanismo de la Córdoba Omeya de Antonio Arjona, Director del Instituto de Estudios Califales de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, he vuelto a dar con él... y esta vez no se me ha escapado.

Imagen 1. Mapa de Santos Gener. 

El mapa en cuestión muestra los resultados de las excavaciones que el gran arqueólogo Samuel de los Santos Gener (o Jener) realizó en terrenos del antiguo Cortijo de Chinales, situados en el entonces incipiente barrio de Ciudad Jardín y no en el Polígono Industrial que hoy lleva este mismo nombre. Como resultado más importante de dichas excavaciones, que seguramente fue el motivo de la elaboración del propio mapa, se señala en el mismo la localización de unos restos que el insigne arqueólogo asociaba con la iglesia de San Acisclo, aquella construcción extramuros donde en el 711 un puñado de cristianos trató en vano de resistir a las huestes musulmanas que se habían apoderado de la ciudad de Córdoba. 

Aparte de esto, en el mapa aparece reflejado como dato significativo un "cauce del arroyo del moro" (imagen 2) parece ser que abandonado (ya que no se dibuja ninguna continuidad del mismo), y que posiblemente reforzara a Santos Gener en su hipótesis de que esos restos correspondían a San Acisclo, puesto que los cristianos sitiados en dicha iglesia pudieron ofrecer cierta resistencia precisamente porque bajo la misma discurría una conducción o arroyo subterráneo que los proveía de agua.

Sin embargo, en este punto conviene señalar que antes de 1892 el arroyo "del moro" seguía su lecho histórico (claramente visible en los planos de Córdoba del XIX), que bajaba desde la sierra por los Jardines de la Agricultura, buscaba desde ahí el lienzo occidental de la muralla y se incorporaba finalmente al foso de la misma a la altura de la Puerta de Almodóvar. Fue en ese año de 1892 cuando, a la altura más o menos de lo que hoy es la Glorieta de Santa Beatriz (la fuente del Pryca-Sierra, para entendernos), se desvió el arroyo prácticamente 90º para llevarlo a un nuevo cauce, que ya en el plano topográfico nacional de 1928 sigue su último trazado conocido a cielo abierto por lo que hoy son las Avenidas del Arroyo del Moro y Gran Vía Parque, algo más al oeste de lo que representa el mapa. En resumen, que de pertenecer al arroyo "del moro" el cauce señalado en el mapa de Santos Gener, dicho cauce debería haber sido creado tras 1892 y abandonado, como muy tarde, antes de 1928, lo cual parece, en principio, bastante improbable.

 
Imagen 2. Detalle del mapa de Santos Gener.

Entonces, ¿a qué arroyo puede pertenecer el cauce que excavó Santos Gener? Como siempre, es difícil aseverar algo con firmeza en aspectos de arroyos y similares, porque pocas cosas varían más a lo largo del tiempo, fundamentalmente por la mano del hombre. Pero en el caso que nos ocupa se da el hecho de que, por esa misma zona de Ciudad Jardín, discurre aún hoy otro "arroyo", éste sí perfectamente identificado.

El "arroyo" en cuestión lo pongo así, con "comillas", puesto que no es un "arroyo" como tal, sino más bien una conducción de aguas que históricamente se conoció por Aguas de la Huerta del Rey y hoy lo es por el nombre, más "ferroviario", de Venero de Esquina Paradas. Según las fuentes históricas, estas aguas vienen desde la Albaida, pero se desconoce casi por completo su traza inicial, siendo su primer punto de captación "fichado" un pozo (en realidad un complejo de pozos y bombas) que se encuentra a pocos metros al norte de la Glorieta de Ibn Zaydun, en dirección al nuevo barrio de Noreña. A este pozo le llega a considerable profundidad una atarjea antigua, que trae el agua desde la Albaida, la cual es bombeada para ser conducida en una tubería que, siguiendo Gran Vía Parque abajo, enfila la Puerta de Sevilla, llega al Alcázar, donde abastece a los estanques de los peces, y desde aquí otra tubería "sube" hacia la Puerta de Almodóvar, para dar agua a las albercas de la Calle Cairuán.

El agua sobrante que no es bombeada en este pozo de  Noreña (y que puede ser considerable en años lluviosos) prosigue impertérrita en la atarjea por su ruta "de toda la vida", que desde Ibn Zaydun sigue una traza jalonada por pozos de registro en las calles Felipe II, Marruecos, Camino de los Sastres, República Argentina, Paseo de la Victoria y Puerta de Almodóvar (imagen 3), donde históricamente existía un pilar de estas aguas para aprovechamiento público. Actualmente ya no llega el agua hasta aquí, porque en la calle Marruecos hay una especie de desagüe para incorporarla al alcantarillado. Precisamente, en esta misma calle, el pozo de registro de la atarjea apenas tiene profundidad (reconozco que, como al amigo Paco Muñoz, le tengo mucho respeto a los pozos) y pude realizar una foto al interior de la misma, que la verdad sea dicha, en este punto tiene más aspecto de arroyo subterráneo que de otra cosa (imagen 4).

Imagen 3. Pozos del venero de Esquina Paradas en el entorno de la calle Marruecos (datos de Ángel Martos).

Imagen 4. Foto del interior de la atarjea del venero de Esquina Paradas en el pozo de la calle Marruecos.

En fin, ¿serán el mismo cauce el excavado por Santos Gener y el Esquina Paradas o Huerta del Rey? Si el plano de Santos Gener fuese más preciso o tuviese escala...

domingo, 4 de julio de 2010

Acerca de la Fuensantilla (III)


Nota preliminar: Esta entrada, que sobrepasa en extensión lo inicialmente previsto, hubiese sido imposible sin la colaboración de dos lectores habituales del blog que se pusieron en contacto para aportar desinteresadamente sus conocimientos: Alberto EM de gran ayuda con los mapas, y Manuel Estévez, que con sus conocimientos y pesquisas sobre la Fuensantilla me ha aportado gran parte de la información que aquí se expone.


Una pista que despista…

Fue Paco Muñoz, como casi siempre, el primero que disparó con bala. En efecto, justo donde acababa el Hospital Militar, donde están hoy las casas de los militares, hasta los años 60 se encontraba en la parte baja del terraplén existente una alcubilla de la que salía agua de un venero, aprovechada por los humildes vecinos del lugar, y cuyo desagüe era la propia cuneta de la Carretera de Almadén.

Podría parecer que la alcubilla fuese la de la Fuensantilla, pero comprobando su situación no hay duda de que dicho venero debe corresponderse más bien al que López Amo cita de pasada como Mina Esperanza: “Estas aguas pertenecientes a D. José Moñino y Barrera, de esta vecindad nacen a 220 metros de la Fuensanta vieja extramuros de esta población en el talud de la izquierda de la carretera de esta Ciudad a el Almadén. En el año de 1869 después de bastantes meses de trabajos y excavaciones se descubrió una atargea de construcción árabe en la cuesta del citado arrecife". Y para situar definitivamente la Mina y la alcubilla he aquí un antiguo plano minero de 1872 disponible en el Instituto de Cartografía de Andalucía (imagen 1).




Imagen 1. Plano de la Mina Esperanza (1872) En el recuadro azul se resalta la alcubilla. Fuente: Instituto de Cartografía de Andalucía.


De la información de López Amo nuevamente sale por medio una atarjea, pero en cuanto al posible origen de las aguas no hay ninguna información más. Afortunadamente sí queda la memoria de antiguos vecinos y visitantes habituales del barrio de “Villa Amparo”, como el “Candi”, que comentan que el agua de esta alcubilla venía de “más arriba”, lo que coincide con un dato que apunta Manuel Estévez de cuando éste realizó el servicio militar en el ya desaparecido Cuartel de Automovilismo: “que el cuartel prácticamente se asentaba sobre un gran lago, de tal magnitud que su agua, presente a muy escasa profundidad, era aprovechada por RENFE para sus locomotoras de vapor” (un inciso, ¿han tenido en cuenta esto los constructores cuando se han hecho los nuevos pisos allí, o se han hecho los locos desviando al agua para quien le toque?)

Posiblemente en esta zona se encuentre el origen común de las aguas que iban tanto hacia Mina Esperanza como hacia la Fuensantilla, que no serían sino ramificaciones de un mismo manto de agua, al cual quizás se le pueda seguir la pista aún más arriba, recordando que el eje Fuente de la Salud, Barrio del Naranjo, hasta llegar al Castillo del Maimón, es un continuo aflorar de veneros (por cierto, uno de ellos, a la espalda de la antigua Fábrica de Baldomero Moreno, proporcionaba hasta hace poco el agua con la que se fabricaba la mahonesa MUSA).

El Huerto de Cobos…

López Amo indica que el Huerto de Cobos o Cobo, a primeros del XVII, se regaba con el remanente de una fuente intramuros llamada del Cañuelo, a la cual iba un tercio del agua de la Fuensantilla. Este Huerto se corresponde con el área tras las murallas situada entre el Marrubial y las Ollerías, solapándose el topónimo con el más conocido de "Jardín de los Poetas".

Lo curioso es que, aunque ya no está la Fuensantilla, al Huerto le sigue llegando “su” parte del agua, esta vez en forma de corrientes subterráneas. Nada raro si tenemos en cuenta que una calle cercana lleva desde siempre el nombre de “Pozo dos Bocas”. Así, a mediados del XX, cuando la antigua Fuensantilla era ya sólo recuerdo, la Casa Carbonell cogía agua de aquí para emplearla en su fábrica de aceites de las Ollerías. También la RENFE, por lo que se ve muy necesitada, llegó a hacer uso de esta agua para sus locomotoras. Hoy, es el "Jardín de los Poetas" el que puede regarse gracias a un pozo existente desde el que se bombea el agua necesaria. Y del agua sobrante me comentan que sigue su curso y puede oírse si uno agudiza el oído en la cercana calle San Juan de Palomares. Quizás sea ésta la corriente que aguas abajo se manifestaba en forma de caño o arroyo en el solar de la “Nevería” de la calle Mayor. Por último, aún hay otro dato más: cuando se hicieron las casitas adosadas que dan a los citados jardines (inaugurados en 1992) los constructores, en una muestra de honradez, renunciaron a realizar las proyectadas cocheras subterráneas porque les afloraba agua a muy baja profundidad.

El fin de la Fuensantilla…

Va llegando a su fin esta entrada y con ella el tema de la Fuensantilla… El terreno donde se ubicaba es ofrecido en 1897 por el Ayuntamiento a los militares para construir en él un Hospital Militar. Es la época de las insurrecciones de Cuba y Filipinas, a sólo un año del desastre del año siguiente, y los regidores municipales participaban de la vena patriótica del momento.

Hay que esperar a 1902 para que comiencen las obras del Hospital… que no acaban hasta ¡1928! (nada nuevo bajo el sol en Córdoba). Situada dentro del solar a edificar (imagen 2), los militares alegaron al Ayuntamiento que la Fuensantilla “les molestaba”, y fue alevosamente derruida. Así, en 1905, el Ingeniero Agrónomo Luis Cid, contratado por el Ayuntamiento para que elaborase un completo informe de sus veneros (incluso de algunos que iban secos) ya no incluye en el mismo a la Fuensantilla.


Imagen 2. Montaje del plano de 1884 con la Fuensantilla sobre la ortofoto de la zona en la actualidad.

Con posterioridad a su desaparición, un tal Patricio Hidalgo, propietario del nombrado Huerto de Cobos, solicitó al Ayuntamiento (en lo que se trasluce cierta indignación) la apertura de una puerta en la muralla y un punto de agua para que pudiese abrevar su ganado. La puerta se abrió donde hoy se encuentra otra de moderna factura que da acceso a los jardines y a la calle Fernando de Lara. Además, justo al lado de esta puerta fue construida una nueva fuente (imagen 3), cuyos restos son aún claramente visibles en la muralla (imágenes 4 y 5). Para muchos vecinos de la zona, esta nueva fuente heredó el apelativo “de la Fuensantilla”, “título” por el que también competía otra fuente del otro lado de la Ronda del Marrubial, construida algo más tarde a la altura de la calle San Acisclo, concretamente a la vuelta del bar “El Pelotazo” y enfrente de la alcubilla de la Mina Esperanza.

Pero ambas fuentes, abastecidas por el agua más prosaica del servicio municipal, eran ya sólo simples epígonos de una histórica alcubilla y su pilar, quizás de ilustre pasado romano, con la tradición de unos mártires, donde confluían innumerables corrientes de agua de origen desconocido y, sobre todo, que formaban parte de la memoria del pueblo cordobés, que nuestro Ayuntamiento ha tenido la feliz iniciativa de reconocer rotulando una nueva glorieta con su nombre.


Imagen 3. Fotografía de la Ronda del Marrubial (años 50). En azul se resalta la fuente. Fuente: Archivo Municipal.



Imagen 4. Restos de la acometida de la fuente que sustituyó a la Fuensantilla desde el interior de la muralla. Foto cortesía de Manuel Estévez.



Imagen 5. Restos de la fuente que sustituyó a la Fuensantilla desde el exterior de la muralla. Foto cortesía de Manuel Estévez.


domingo, 20 de junio de 2010

Acerca de la Fuensantilla (II)

Una cuestión que se plantea tras la entrada anterior es tratar de conocer de qué aguas se abastecía en sus últimos tiempos la Fuensantilla ya que, en el caso de que fuera una derivación del Aqua Nova (lo cual, insisto, aún no está demostrado… y esperemos que pueda aún demostrarse en un sentido u otro), el texto del Padre Ruano en el que se basa esta hipótesis de Ángel Ventura parece dar a entender que ya en el siglo XVIII el acueducto romano se encontraba en ruinas, y la Fuensantilla como tal estuvo en funcionamiento por lo menos hasta finales del XIX.

Ciertamente, tratar de descifrar esta cuestión es prácticamente imposible, por cuanto ya López Amo en su obra de "Las Aguas de Córdoba" (1876) dice del “Agua de la Fuensantilla”: “Esta agua es la que se halla en la alcubilla de la Fuensanta vieja, la que viene por una gran atargea que desde el indicado depósito va por el callejón que está a la espalda, siguiendo como unas doce varas entrando desde este punto por bajo de la cerca del huerto o corredor que se encuentra a la izquierda de la citada alcubilla, siguiendo por él con algunas lumbreras que más de una vez han descubierto los arados, ignorándose después su curso y nacimiento. En esta alcubilla se depositan las relacionadas aguas [....]. De la alcubilla salía finalmente una cañería hasta un pilar (una fuente sin ningún adorno), del cual los cordobeses podían coger el agua. Fuera del pilar y la alcubilla, no se sabía ya prácticamente nada más…

Si la “gran” atarjea inmediata a la alcubilla, como se desprende de la hipótesis de Ángel Ventura, era parte, o al menos una derivación, del acueducto romano, es evidente que, como muy tarde en el siglo XVIII, ya no cumplía su función original, que era transportar un caudal de agua procedente de veneros del entorno del arroyo de Pedroches. Sin embargo, abandonado el acueducto, la atarjea podría estar funcionando como un conducto de drenaje, interceptando y recogiendo corrientes subterráneas cercanas. Incluso, podría estar drenando el mismo nivel freático. Y aquí, conviene recordar que el mismo López Amo, además del “Agua de la Fuensantilla”, cita como un caso aparte el “Agua de la Piedra Escrita”, “procedente de los sudaderos de un terreno inmediato a la Fuensanta vieja”. Es decir, el freático estaba tan alto en el entorno de la Fuensantilla que llegaba a rezumar agua del suelo por algunos sitios.

Hasta aquí lo que puede ser fácilmente consultado. ¿Se puede sacar algo más? Pues algo sí; por lo pronto que en el entorno de la Fuensantilla, a día de hoy, el freático sigue estando alto. Y que, aparte de un nivel de aguas elevado, también circulan diversas venas o corrientes de agua subterráneas en la parte más oriental de ese cerro que podríamos delimitar entre Ollerías, Alonso el Sabio y Almogávares.

En primer lugar, contamos con información de primera mano del técnico de EMACSA que dirigió las últimas obras de alcantarillado en las calles que llevan por nombre Bailén y Navas de Tolosa. Éste me comentó (hará cinco años) que durante las referidas obras se les apareció un manto de agua a una muy escasa profundidad. Pero es que, además, según dicho técnico no habían dado con una capa más o menos irregular de agua, sino que el freático adquiría claramente la forma de un arroyo subterráneo: “era una corriente de agua clara que circulaba en un lecho perfectamente delimitado sobre guijarros” (imagen 1).

Igualmente, durante la construcción de algunos bloques de pisos de las Ollerías y de la calle “San Juan de la Cruz” los constructores se toparon también con el agua del freático al hacer los cimientos de los edificios, siendo especialmente destacado en este sentido el bloque situado justo en la esquina de Los Almogávares, donde se encuentra “Muebles Sánchez”. Más recientemente, esta circunstancia se ha vuelto a reproducir (ahora incluso con mayor intensidad) en la nueva calle que es prolongación de “San Juan de la Cruz”, y que lleva el nombre de “Héroes de Chernobil”. Sus flamantes edificios también tienen problemas en sus cocheras con un nivel freático muy alto; pero es que, nuevamente, bajo algunos de ellos lo que circula es otra corriente subterránea (imagen 2).



Imagen 1: Veneros (flechas azules) y afloramientos del nivel freático (círculos) en las inmediaciones de la Fuensantilla.

Imagen 2: calle Héroes de Chernobil. Por los edificios de la izquierda transita un venero.

Finalmente, un hecho curioso. El citado técnico de EMACSA no tenía dudas de hacia donde se dirigía “su” arroyo: hacia la Puerta del Colodro: “es el Gualcolodro, estoy seguro”. Con ello, de un plumazo se unen dos lugares asociados en la tradición popular con San Acisclo y Santa Victoria: la casa donde supuestamente vivieron acogidos por una humilde mujer llamada Minciana, que hoy es una ermita dedicada a ambos (imagen 3), y la esquiva fuente, al final de la muralla, a donde iban a por agua. ¿Simple coincidencia?



Imagen 3. Ermita de los Mártires, junto a la Puerta del Colodro.

lunes, 7 de junio de 2010

Acerca de la Fuensantilla (I)

Con la última y acertada remodelación del entorno del antiguo Hospital Militar, se ha creado en la intersección de la Avenida de los Almogávares con las Ollerías una nueva glorieta, a la cual nuestro Ayuntamiento ha puesto por nombre, con buen criterio, “Glorieta de la Fuensantilla” (imagen 1), topónimo este último que gran parte de los cordobeses conservábamos para esa zona aun cuando estaba fuera del callejero oficial (¿sería ya mucho pedir que el tramo de la glorieta de los Almogávares que se encuentra más arriba llevase el nombre de “Santos Pintados” para rematar la faena?).


Imagen 1. Glorieta de la Fuensatilla, de reciente construcción.

El caso es que este nombre de “Fuensantilla” o “Fuensanta Vieja” hunde sus raíces en una histórica estructura de abastecimiento de agua potable que aparece en todos los planos de Córdoba del XIX aunque, posiblemente por encontrarse extramuros, dibujada generalmente de forma poco precisa (imágenes 2, 3 y 4).



Imagen 2. La Fuensantilla. Plano de 1811.

Imagen 3. La Fuensantilla. Plano de 1851.

Imagen 4. La Fuensantilla. Plano de 1884.

Dentro de los escasos datos sobre la misma, Ángel Ventura, en su libro sobre el Abastecimiento de Agua a la Córdoba Romana, y en particular cuando trata el acueducto Aqua Nova, aporta una hipótesis de calado sobre su origen: que fuese una toma o derivación de aguas de este acueducto romano, cuyos últimos restos conservados se localizaron en una excavación arqueológica de 1992 en la Barriada de Fátima, cerca de la antigua cárcel. Ventura propone a partir de ahí un recorrido en alto que iría más o menos por parte de la Barriada de Levante, siguiendo por el norte de las Ollerías, hasta llegar al Campo de la Merced, donde se encontraría su depósito final antes de distribuirse intramuros.

Se apoya para ello en la cita que de este acueducto hace el Padre Ruano en su Historia General de Córdoba del siglo XVIII, siglo en el que parte de su trazado estaba aún visible (otra cosa es si estaba en uso). En dicha referencia se indica que tras llegar el acueducto a un gran alberca o depósito situado más o menos por terrenos de lo que hoy es la populosa Barriada de Fátima (en concreto por la hacienda de Miraflores), pasaba a ser canalizado por lo alto de un muro o arcada (para salvar la vaguada del arroyo de las Piedras, como apunta Ventura, y anteriormente la del arroyo Hormiguita o Camello). Esta obra en alto contrastaba por su altura (casi 5 metros), tras un recorrido del acueducto mayoritariamente bajo tierra o a ras del suelo desde sus captaciones de diferentes veneros en el entorno del arroyo Pedroches. Los blogueros Paco Muñoz y Alberto EM de 8picos han ilustrado fotográficamente algunos de estos restos junto al arroyo, desafiantes al tiempo pese al olvido de todos...

Ángel Ventura reafirma esta interesante hipótesis con dos datos más. Primero, el que en el ámbito del pueblo cordobés se hablaba de que la Fuensantilla ya existía en época romana, puesto que la tradición sostenía que allí iban a por agua San Acisclo y Santa Victoria (de ahí lo de Fuente Santa, luego con el apelativo de “Vieja” cuando surgió la actual que le quitó ya el protagonismo). Segundo, que poco más arriba de la actual calle Virgen de Linares ha existido hasta el siglo XX un cortijo con el sugestivo nombre de “Murillo” (imagen 5) que podría evocar la obra de sostén citada, aunque de ir ésta por la alta ladera que hay en esa zona debería ir ya soterrada. Desde aquí la Fuensantilla no sería sino una mera acometida desde la conducción principal que seguiría su curso adelante, siempre buscando el Campo de la Merced.

Imagen 5. Cortijo del Murillo. Plano de 1927 (se observa ya el solar del Hospital Militar).

En este punto quizá sea interesante apuntar una intuición propia, y es el hecho de que la calle Virgen de Linares, prolongada en una forma particular de “L” por la actual San Juan de la Cruz, constituía el llamado “Camino Viejo” desde la zona norte de la ciudad hasta el arroyo de Pedroches y el Muriano, ya que la Carretera de Almadén es una infraestructura posterior. Ello podría ser de interés porque, en muchas ocasiones, acueductos y antiguos caminos compartían un mismo trazado (como pasa por ejemplo con el Carril de los Toros y el Acueducto de Valdepuentes o Aqua Vetus) puesto que aquellos se intentaba en lo posible dirigirlos por vías públicas y evitar así servidumbres privadas.

Esta es la interesante propuesta de Ángel Ventura sobre la Fuensantilla. Precisamente, el solar donde se ubicaba dicha “Cortijo del Murillo” se encuentra actualmente preparado para iniciar la construcción de pisos, los que en una intensa campaña publicitaria en la que se remarca su interesante precio se han anunciado como “Los famosos pisos del Vial” (imagen 6). Esperemos que las obras tengan un adecuado seguimiento arqueológico y se arroje luz en un sentido u otro sobre la que, hasta ahora, es sólo una genial hipótesis.

Imagen 6. Solar actual en construcción en la ubicación del Cortijo del Murillo.

En la siguiente entrada trataré de aportar algunos datos más sobre la Fuensantilla, lo que, adelanto ya, es todo un rompecabezas sobre el cual quedan aún muchas piezas por encajar.

viernes, 28 de mayo de 2010

Los olivos de Córdoba y la Casa Carbonell

Nada nuevo se aporta si se indica que el aceite de la Bética era en época romana un producto “estrella”, exportado a todos los confines del Imperio. El Guadalquivir, navegable hasta Córdoba, era el eje clave por donde se canalizaba el trasiego de ánforas y embarcaciones para transportar tan preciada joya. En las orillas cordobesas y sevillanas del gran río, se disponían las fincas de olivares, las almazaras y los pequeños muelles de embarque de un sector que era un referente de poder económico y social para todo el mundo romano.

Esta imagen puede parecer algo extraña hoy día, cuando asociamos el olivar con la provincia de Jaén, y al cultivo lo situamos más en terrenos acolinados que en zonas bajas de vega. Este desplazamiento paulatino del olivar hacia áreas más onduladas (y menos fértiles) comienza en los siglos medievales, pudiéndose citar entre diferentes motivos la introducción en el período andalusí de nuevos cultivos de regadío que, lógicamente, necesitaban imperiosamente el agua cerca, mientras que el sufrido olivo se adapta perfectamente al secano. Así, cuando Fernando III conquista Córdoba en 1236 se reserva para sí un olivar situado ya en la falda de la sierra, concretamente en el “pago de la Arrizafa”. En cuanto al olivar de Jaén, hoy peligroso monocultivo, es a partir del siglo XVIII cuando comienza su expansión vertiginosa, gracias a la nueva vía de comunicación abierta entre Madrid y Andalucía a través de Despeñaperros, proceso que vino además acompañado de políticas de fomento para roturar y desmontar zonas incultas para implantar olivos. Se entendía, con buen criterio, que la presencia constante de agricultores por aquellas tierras haría más segura un área hasta entonces copada por grandes masas forestales.

Es precisamente a mediados del XIX, momento en que la provincia de Jaén comienza a superar a la de Córdoba como primera productora de aceite nacional, cuando Antonio Carbonell y Llacer, con la moral propia de los de Alcoy, funda en 1866 la Casa Carbonell, eligiendo nuestra ciudad como sede de este incipiente negocio aceitero. Su idea era comercializar a gran escala el aceite de oliva, producto cuya calidad desde la época medieval dejaba bastante que desear, lo que limitaba su uso habitual en la alimentación. Muchas de las aceitunas se recolectaban desde el suelo, para posteriormente acumularse incluso meses en los patios de las almazaras a la espera de ser molidas y prensadas en instalaciones rudimentarias y limitadas, propiedades de señores o eclesiásticos que tenían la absurda prerrogativa de que en sus territorios estaba prohibido fabricar aceite fuera de sus almazaras. No es de extrañar que el resultado era, por lo general, un aceite virgen prácticamente incomible, llamado “lampante” porque su destino habitual era emplearlo para las lámparas de aceite. Por ello, Madrid fue a principios del XIX un mercado clave para el aceite de Jaén… como combustible para el alumbrado de la capital.

Con este panorama, la Casa Carbonell se adapta necesariamente a lo que hay. Construye en una zona extramuros de la ciudad con cierta tradición oleícola la fábrica de aceites “San Antonio”, amplio conjunto de dependencias caracterizado por ese característico Chimeneón construido en 1903 y felizmente conservado (imagen 1). El aceite virgen que compraba a granel a las almazaras se sometía aquí a un proceso industrial químico de refinado para quitarle los malos olores y sabores. Este aceite ya refinado se mezclaba con una pequeña proporción de aceite virgen de cierta calidad, obteniéndose lo que aún hoy conocemos como el “aceite de oliva” de toda la vida, que puede ser “suave” o “intenso” o, como se decía antes, de 0,4 ó 1 grado. Además, es preciso indicar que el aceite “virgen extra”, donde el producto procede sólo de medios mecánicos y no hay ningún tratamiento químico, es un feliz advenedizo que no aparece en nuestras tiendas hasta los años 90, cuando las mejoras técnicas en las explotaciones y almazaras permitieron obtener grandes volúmenes de aceites con una mínima calidad para poder ser consumidos directamente.



Imagen 1. fábrica San Antonio. Fuente: Archivos Carbonell y Cía. (extraída de la tesis de la UCO, Los efectos de la evolución tecnológica en la almazara cordobesa. Aspectos tecnoeconómicos y socioculturales).

Volviendo al tema que nos ocupa, la estrategia empresarial tiene éxito, y Carbonell llega a ganar concursos para suministrar aceite de oliva a clientes como la Casa Real y al Almirantazgo Británico. En 1904 la imagen de la cordobesa agarrando la rama de olivo, que identificará para siempre sus productos, gana el Gran Premio en la Exposición Universal de San Luis. Conforme avanza el siglo XX, la empresa se consolida como la primera marca de aceite nacional, abriendo con éxito mercados extranjeros, donde es líder indiscutible en países como Argentina a pesar de la potente competencia italiana. La empresa sigue creciendo y se traslada del casco urbano a unas modernas instalaciones de la barriada de Alcolea, donde se construye la mayor envasadora y refinería de aceite del país.

Pero comienza una nueva y agitada historia, la cual desgraciadamente ya no será dirigida desde Córdoba. En 1985 Elosúa adquiere Carbonell, que en los 90 sería a su vez adquirida por el grupo Koipe, con entrada de capital italiano. No para ahí la cosa. Koipe es a su vez absorbida o fusionada con el grupo SOS-Cuétara en 2003. Todo un traqueteo que no acaba aquí, y que tiene su último y penoso corolario en la crítica situación actual del grupo SOS, necesitado urgentemente de la entrada de inversores para que no se vaya a pique. Sobre la planta de Alcolea ha pesado estos meses la amenaza de un expediente de regulación de empleo que, afortunadamente, parece que no se va a llevar a cabo.

Así que la historia de Carbonell es un ejemplo más de cómo el esfuerzo empresarial que ha creado riqueza en una ciudad puede desvanecerse en un mercado global donde las decisiones se toman a kilómetros de distancia, por gente que posiblemente no distinga un olivo de un girasol, ni el aceite del detergente de la ropa. Lo que sí que saben es del valor comercial de la marca Carbonell, que se ha mantenido invariable a pesar de los diferentes dueños. Un reciente estudio del Foro de Marcas Renombradas Españolas la sitúa junto a Freixenet como las marcas agroalimentarias españolas más reconocidas internacionalmente. Tanto es su valor de marketing que hay un pleito por plagio contra la marca “La Española” porque ésta ha diseñado para su aceite una etiqueta, con una andaluza sentada plácidamente en un olivar, sospechosamente parecida. (imagen 2)


Imagen 2: marcas de aceite La Española y Carbonell.


En resumen que Carbonell se sigue asociando a Córdoba, por mucho que ya no pintemos nada en su rumbo. Sigue siendo a pesar de los pesaras la marca más vendida en el mercado español de aceites en su conjunto y la marca española de aceite de oliva más vendida en el mundo. De sus compras de aceite dependen gran parte de las ventas de los olivareros, no sólo de Córdoba sino de toda Andalucía. ¿Es posible que se pierda todo esto y nadie haga nada? ¿dónde están nuestros empresarios e instituciones?

jueves, 20 de mayo de 2010

La red de aguas de la sierra


A principios de este mes de Mayo se ha pasado por nuestra ciudad el Consejero de Medio Ambiente para inaugurar la ampliación de la depuradora de aguas de La Golondrina, además de dar publicidad a la obra prevista de una nueva conducción para llevar agua hasta el Parque de Los Villares y la barriada de Cerro Muriano, cuya dotación de agua actual no se considera suficiente. Ambas obras se inscriben dentro de un Protocolo de colaboración, firmado entre la Agencia Andaluza del Agua, dependiente de dicha Consejería, y el Ayuntamiento de Córdoba.

Como es más o menos sabido, el agua de Córdoba proviene del pantano de Guadalmellato, llegando a la Central de Villa Azul a través de dos conducciones cuya descripción no viene al caso (se pueden ver fácilmente en el arroyo de Pedroches, donde aparecen juntas, en compañía además del Canal de Riegos). En dicha Central, de arquitectura inconfundible en lo alto de un cerro, el agua es sometida a diferentes procesos físico-químicos para potabilizarla. Una vez tratada, desde aquí sale por conducciones que, aprovechando la altura desde la que parten, abastecen prácticamente a toda la ciudad. Y este “prácticamente” es porque aunque Villa Azul está en un punto alto, quedan zonas como el Brillante y alrededores que están a mayor altura, y entonces al agua hay que ayudarla para que pueda “subir”.

Para ello, una conducción baja desde Villa Azul y se encamina hacia el terrizo de la calle Cardenal Portocarrero, hacia la zona de la finca “el Duende” o de “las Canteras de Olmo” (este Olmo, por cierto, me dicen que era el capataz de la citada finca, y parece que su apellido ha tenido más éxito como topónimo). Aquí llega el agua a una estación de bombeo de EMACSA (imágenes 1 y 2), donde es “empujada” hacia arriba y distribuida hacia tres depósitos que regulan el abastecimiento de estas zonas altas. Estos depósitos son los de Antas (que es el situado a mayor altitud), el del Cerrillo y el del Carril de la Huerta de Los Arcos (imágenes 3, 4 y 5). Como curiosidad, hasta hace no muchos años, junto con el agua bombeada desde Villa Azul, estos depósitos también se llenaban con el agua procedente de tres veneros propiedad del Ayuntamiento: el de Antas (junto al depósito citado, situado en la finca de la que ambos reciben el mismo nombre), el de Santa María (el antiguo venero de las Aguas del Cabildo, en las inmediaciones de la Aduana) y el de Santa Clara, localizado en el cerro junto a la cuesta del catorce por ciento (el “cuadrante”). Sin embargo, hoy día, las aguas de estos veneros sólo se emplean (y como complemento) en el caso de sequías extremas, siendo la mayor parte del tiempo desaguadas en las cercanas cabeceras de los arroyos del Moro (el de Santa María) y de las Piedras (los de Antas y Santa Clara).

Imagen 1: Exterior de la estación de bombeo de "El Duende".


Imagen 2: Interior de la estación de bombeo de "El Duende".



Imagen 3: Depósito de Antas.


Imagen 4 : Depósito de El Cerrillo.


Imagen 5 : Depósito del Carril de la Huerta de los Arcos.


Hasta aquí la descripción, más o menos simplificada, de cómo funciona la red de aguas de nuestra sierra. El resto de núcleos serranos, legales o ilegales se abastecen de aguas subterráneas (así Trassierra, Las Jaras, etc.), excepto Cerro Muriano, que se abastece del pantano de Guadanuño. Con la nueva obra proyectada, sin embargo, la red de abastecimiento da un importante salto cualitativo, puesto que se pretende construir otra importante estación de bombeo en El Cerrillo que impulse el agua aún más arriba, hasta las zonas ya comentadas de Los Villares (donde se planifica un depósito) y Cerro Muriano. Con todo ello se posibilita un abastecimiento de agua a gran escala para las zonas más altas de la sierra.

Nada se puede, en principio, objetar a ello. El agua es vida. Pero a mí, personalmente, todo esto me provoca cierto recelo, sobre todo cuando la Gerencia de Urbanismo dio permiso en Enero para construir un hotel en el Club de Golf de Los Villares, noticia que pasó desapercibida porque el mismo día, y en el mismo lote, “vendía” el Ayuntamiento que se redefinía el PGOU para expropiar los Baños de Popea y preservarlos de las acometidas urbanísticas. Los Villares es un Parque Periurbano, tiene su plan de preservación, la Consejería de Medio Ambiente vela por ello... Pero la ecuación disponibilidad de agua y luz igual a construcción, normalmente sin papeles, ya nos la sabemos. Y ahora, gran parte de nuestra sierra (no sólo Los Villares, que posiblemente sea el sitio más controlado) va a tener cerca una red que asegura disponibilidad de agua en abundancia.

Así que, el amigo de 8picos, que con tanto afán intenta recorrer todo el cauce del arroyo de Pedroches hasta su nacimiento, precisamente por Los Villares, debería no demorarse mucho. Por si las moscas…