domingo, 13 de mayo de 2012

¿Es el Caño de Venceguerra?

Decíamos ayer...

A mi cuenta de correo suelen llegar anuncios de los magníficos eventos culturales organizados por la Fundación Bodegas Campos en su Ermita de la Candelaria, y a los que por desgracia no puedo sacar tiempo para asistir.  Uno de los recibidos a primeros de este mismo mes de Mayo tiene como imagen de fondo una bucólica pintura de Rafael Romero Barros de 1884, en la que se ve una barca de animados cordobeses de jarana cruzando el Guadalquivir. El dibujo me parece precioso, por eso le eché un rato más largo de los habitual admirándolo. Y casualidad o no, eso me hizo fijarme en un trozo del mismo que no se aprecia nítidamente (lástima de no contar con el original).



Imagen 1: Dibujo de Romero Barros (1884). En un círculo el detalle en cuestión.

Más o menos a la mitad: ¿es un dibujo del Caño de Venceguerra? Sé que el incansable Paco Muñoz estuvo indagando en antiguos dibujos de la zona, como el de Wyngaerde, pero no sé si existe realmente alguno que pintase claramente el famoso caño (creo más difícil que haya fotos), en cualquiera de sus diferentes épocas. Y quizás éste es un recuerdo gráfico del mismo... o lo mismo esta pintura de Romero Barros no es nada, sino sólo reflejo de mis ganas de dar con alguno.


Imagen 2: Ampliación del detalle.

sábado, 7 de mayo de 2011

La madrevieja de la calle Almonas (II)

En la entrada anterior se hacía referencia a la madrevieja de la calle Almonas y se relacionaba ésta con un supuesto arroyo que bajaba por esta calle, y que no era otro que el después conocido como arroyo de San Andrés o San Lorenzo, el cual habría sido desviado hacia este último barrio en una fecha indeterminada.

Para situar este hipotético desvío el primer punto a considerar es la existencia de un circo romano por San Pablo, que según los estudios arqueológicos cortaría de lleno la calle Almonas (Imagen 1). Así que, tanto si el hipotético arroyo de San Andrés-Almonas aún no había sido desviado a la altura de Enrique Redel (el caso más desfavorable) como si el desvío ya se había realizado (de todas formas, seguiría bajando mucha agua por Almonas cuando cayesen fuertes lluvias) en ambos casos por debajo del circo debería haber una cloaca u obra de paso que permitiese el paso de las aguas. Otra cloaca romana, ésta sí localizada arqueológicamente y no una mera conjetura como la anterior, se sitúa en Maese Luis, siguiendo más o menos el sentido NO-SE de esta calle. Prolongando ambas cloacas, la supuesta que cruzaría el circo por la calle Almonas y la de Maese Luis, vendrían a confluir, más o menos, a la altura del Caño de Venceguerra (al final de la calle Lineros, muy cerca del cruce de las Cinco Calles), desagüe natural de toda la zona. Por otro lado hay un hecho curioso: el circo fue abandonado a finales del siglo II, y se señala como motivo más probable de este hecho determinados problemas estructurales. ¿Tendría algo que ver el arroyo?


Imagen 1. Circo romano de Córdoba (azul claro). En rojo templo romano; en morado lienzo de la muralla; en verde Palacio de Orive. Fuente: Cordobapedia.


Otro dato lo aporta una fuente indirecta, de carácter genérico. Es un interesante documento accesible en la web titulado “Historia ilustrada de Córdoba”, realizado por José Manuel Ventura (http://es.scribd.com/doc/18934448/maqueta-historia-de-cordoba). En su página 43 dice textualmente: “Los barrios orientales, llamados genéricamente al-vanib al-Sharqí (asentados en la posteriormente llamada Axerquía), eran seis: […] Furn Burril «Horno de Borrel», en el recinto de la Axerquía, cerca del arroyo San Lorenzo, cuyo cauce fue posteriormente desviado por los almorávides para que hiciera de foso”, Es una dato muy tentador, pero por desgracia no he dado con la fuente original para poder indagar algo más, sobre todo cómo se asocia de forma tan unívoca el arroyo que cita la fuente con el de San Lorenzo (que evidentemente no se llamaría así en época musulmana) así como el desvío realizado. Porque en relación a esto no se puede descartar de antemano que por ese barrio transitaran otros pequeños arroyuelos que sean realmente a los que se refiere ese desvío.

En cualquier caso, considerando que este desvío almorávide se refiere ciertamente al arroyo de San Andrés (que a partir de entonces iba a ser ya el arroyo de San Lorenzo) algunos datos pueden apoyar esa línea. El primero que el “baño árabe” de la calle Carlos Rubio se construyó bajo el dominio almorávide (principios del siglo XII). Otro es que en la manzana del Huerto de San Pablo surgió un barrio poco después, ya con los almohades (finales del siglo XII), cuando en época omeya, por ejemplo, esa zona era sólo un amplio espacio ajardinado. En ambos casos el desvío del arroyo como mínimo facilitaría estas actuaciones urbanísticas, alejando un cauce problemático de los barrios de la Ajerquía más urbanizados por esas épocas (y hasta después de la Reconquista) como eran San Andrés y San Pedro, y “endosándole” el problema a un barrio bastante más despoblado como era el de San Lorenzo. Pero todo esto no dejan de ser meras apreciaciones circunstanciales sin ninguna pretensión científica.

Como término de toda esta retahíla sobre la calle Almonas y “su” arroyo señalaré dos anécdotas. La primera un comentario que me hizo hará unos seis años un antiguo compañero de trabajo, Guillermo, gran andariego interesado en todas las cosas de nuestra ciudad. Me comentó que había visto a la mediación de la calle Almonas una casa que estaban obrando y que cavando habían aparecido restos de unas antiguas arcadas “cubiertas hasta arriba con barro”. Nos preguntamos extrañados por aquello y lo achacamos a que el Guadalquivir habría tenido una crecida espectacular para llegar a tanta altura. Con la perspectiva actual lo achacaría ahora a “nuestro” arroyo que se salió de madre. La segunda es muy similar y es de hace pocos días. En unas obras enfrente de Casa Venancio están saliendo (para variar) arcos, capitales romanos… y tela marinera. Y es que la calle Almonas cada vez que la “toqueteen” nos va a salir con la misma cantinela: que la Ajerquía esconde muchos secretos, y la imagen secular de que aquello era poco más o menos que un despoblado secundario frente a la Villa o Medina tenemos que quitárnosla ya de una vez de encima.

sábado, 30 de abril de 2011

La madrevieja de la calle Almonas (I)

Al caer la noche, cuando el trasiego incívico de los coches se toma un respiro, la calle Almonas se convierte en una de las más melancólicas de Córdoba, aunque como cualquier opinión, sobre apreciaciones personales caben todos los gustos. No obstante, ya en los Paseos se señalaba que su primer tramo, entrando por el Realejo, era algo triste, pero que su parte perteneciente al barrio de San Pedro, por el contrario, bullía de gente y actividad. Hoy, por desgracia, el tramo de San Andrés sigue igual que entonces (si no peor) y el de San Pedro no es ni sombra de lo que fue. Y junto a la falta de vida, el silencio inapelable de los tiempos y personas que ya no están, la melancolía se acentúa con esa gran longitud de la calle no acorde con su anchura, lo que trasmite cierta sensación de agobio. Todo ello con una iluminación nocturna dotada de escasos puntos de luz, que pálidamente reflejan las tonalidades algo oscuras, ocres y verdes, de muchas de sus antiguas casas.

Imagen 1. Calle Gutiérrez de los Ríos (Almonas). Fuente: Cordobapedia (http://wikanda.cordobapedia.es/)

… Aspectos subjetivos al margen, lo que nadie puede discutir a esta calle es su personalidad. Tanto que es una de esas a las que la gente reconoce su importancia llamándolas por su nombre de toda la vida, sin reparar en nombres “oficiales” (pobre Gutiérrez de los Ríos) y en este caso sin respetar ni siquiera la fonética del topónimo antiguo, donde quien pronuncie en vez de una “r” la “l” de “Almonas” es visto como un bicho raro o, peor, como un pedante. Pero aparte de la “cabezonería” popular, la importancia que ha tenido la calle puede deducirse del simple hecho de que si no es la más larga, seguramente sea de las primeras en longitud de la Ajerquía, por no decir de todo el Casco Histórico. Y une de norte a sur, como si tal cosa, las dos grandes vías que, en sentido este-oeste, cruzaban (y aún cruzan) la Ajerquía uniéndola con la Villa: el eje Puerta de Plasencia-San Pablo al norte, y al sur el eje Lucano-Puerta Nueva, con el desvío alternativo por Agustín Moreno y Puerta de Baeza. Vías y trazados que, al menos en el primer eje, se remontan incluso a época romana, si no antes.

De todo aquello de lo que se podía contar algo de la calle Almonas, desde las fábricas de jabón que le dieron nombre original, pasando por los duendes, las epidemias, las servidumbres de paso (y de lo que uno puede ilustrarse infinitamente mejor que aquí en los blogs de Puerta de Osario y Notas Cordobesas) voy a tratar aquí de un tema que está siendo habitual en este blog (lo reconozco, algo cansino): los arroyos y alcantarillados antiguos. Y para referirme a los mismos alegraré al amigo La Colina empleando un término que le encanta: “madrevieja”.

Con “madrevieja” (a veces sólo “madre”) se refieren las fuentes históricas de Córdoba a los caños o cauces por los que discurría el agua de lluvia y, que eran aprovechados, de paso, para soltar en ellos las inmundicias de las casas. En algunos casos iban bajo tierra, con lo cual es equivalente en todos los aspectos a los alcantarillados actuales. En otros iban al aire libre y eran meras zanjas hechas expresamente para dirigir las aguas en una cierta dirección. Para facilitar las cosas, siempre y en todos sitios (incluido el foro romano) se aprovechaban los propios arroyos o pequeños cauces estacionales que se iban quedando dentro de la ciudad conforme ésta se expandía. Quizás, no estoy seguro, de ahí venga lo de añadir al término “madre” (=cauce) lo de “vieja”, de que era un “viejo” cauce “natural” abandonado como tal, y que pasaba a ser algo más “urbano” o prosaico como un caño o colector.

Para la Ajerquía, los elementos más citados documentalmente de su red de saneamiento histórica son, por un lado, el arroyo de San Andrés o San Lorenzo (en ocasiones también el Arroyo de la Fuenseca, afluente de éste), y por otro la gran madrevieja que bajando por la calle Almonas iba a desaguar en el Guadalquivir por el Caño de Venceguerra. En ambos coexistían de forma anárquica tramos al aire libre con cubiertos, y los legajos de la época hablan de continuas reparaciones y limpiezas en los mismos. Pero a pesar de estas referencias documentales, creo que la Ajerquía aún necesita de un estudio de nivel similar al que Francisco Azorín hizo magistralmente del alcantarillado de origen árabe (con raíz romana) de la Villa.

Llegando a este punto, es donde comienza las divagaciones de esta entrada del blog, que parten del análisis del Plano de Dionisio Casañal de 1884. En él puede confirmarse lo que es obvio para cualquiera que pasee por la calle Almonas: que la calle sigue, más o menos, las curvas de nivel propias del cauce de un antiguo arroyo. Y es más, que prolongándolo hacia el norte por las calles Huerto de San Andrés y Barberos (hoy Hermanos López Diéguez) este hipotético arroyo enlazaría en la calle de los Álamos (hoy Enrique Redel) con el bien conocido arroyo de San Lorenzo o San Andrés, confluyendo ya aguas arriba como uno solo. Resumiendo, y siguiendo la corriente en sentido opuesto, que es al final de Enrique Redel donde se separarían ambos arroyos: uno seguiría hacia abajo, más o menos recto buscando la calle Almonas y otro se desviaría bruscamente hacia el este buscando el barrio de San Lorenzo, que finalmente dio nombre al arroyo que todos conocemos (Imagen 2).

Imagen 2. Arroyo de San Lorenzo y supuesto arroyo de la calle Almonas según las curvas de nivel.

Imagen 3. Detalle de la zona del supuesto desvío (en rojo cauce resultante del arroyo de San Lorenzo)

¿Es posible entonces que un arroyo, único hasta Enrique Redel, a partir de aquí se dividiera en dos? Sinceramente, sería algo raro, y me parece más plausible que uno fuera el cauce “antiguo” y el otro el resultado de un desvío “artificial”. Y aquí la imaginación es libre. ¿Y si el arroyo que conocemos por de “San Andrés” o “San Lorenzo” hubiese sido el resultado de una modificación a la altura de la calle de los Álamos, con un desvío hacia el este que apartó a un arroyo que entraba en la ciudad por el Colodro de su curso original que seguía Ajerquía abajo por la calle Almonas hasta el Caño de Venceguerra? Ciertamente el giro que en Enrique Redel realiza el arroyo de San Lorenzo para enfilar la calle llamada "Arroyo de San Andrés" es de casi 90º, y recuerda bastante a lo que en el XIX se hizo con el arroyo del Moro cuando se desvió (en este caso hacia el oeste) poco antes de llegar a las Margaritas.

Si esto es así, quedaría por situar la fecha de tal desvío. Las fuentes cristianas, por lo menos desde el siglo XIV, citan ya el arroyo de San Lorenzo transitando por su trazado conocido que seguía hasta la calle que hoy lleva su nombre para seguir luego paralelo a la muralla desde la actual Ronda de Andujar hasta su desembocadura en el Molino de Martos. Por lo que de haber habido un desvío este tuvo que ser anterior a esta fecha. En la próxima entrada, que ésta ya está quedando algo larga, presentaré algunas hipótesis y datos al respecto.

domingo, 10 de abril de 2011

La fábrica de curtidos y otro cauce misterioso

En una entrada antigua del blog sobre la Nevería de la Calle Mayor de San Lorenzo, planteaba la pregunta de si una antigua fábrica de curtidos que se cita en Paseos por Córdoba (Paco Muñoz escribió hace poco en su blog una magnífica entrada sobre este tipo de industrias) se localizaría con anterioridad sobre el solar donde estaba esta fábrica de hielo. Y ello en base a dos datos de los Paseos que podían apuntar en esa dirección: que dicha fábrica de curtidos estaba a la mediación de la calle Mayor y, sobre todo, que por la misma transitaba un caño o corriente de agua, lo que cuadraba perfectamente con el solar de la Nevería, cuyos últimos vecinos aún recuerdan cómo por el sótano de la misma corría agua en abundancia que era aprovechada para fabricar hielo.

Este es la frase en cuestión de los Paseos:

Volviéndonos al objeto principal, o sea, la calle Mayor de San Lorenzo, debemos decir que formaba a su mediación una gran hondonada donde se recogían las aguas que corrían por un caño, pasando por la gran fábrica de curtidos que hay en aquel punto a desaguar en el arroyo de San Lorenzo por un cauce que ya no existe, y en el último tercio del siglo XVIII el corregidor don Luis Eguiluz la allanó toda, haciendo desaparecer aquella fealdad”. Tenemos pues tres elementos claves, un caño que trae agua, una hondonada donde se vierten o recogen sus aguas, y un cauce que actúa como desagüe de las mismas.

Estando las cosas así, por casualidad he dado con un artículo escrito por el salesiano Miguel Aragón (“La imagen de María Auxiliadora”, revista Alto Guadalquivir 2009) que aporta un dato relevador, dando respuesta a mi pregunta planteada... en sentido negativo. En el citado artículo se dice textualmente: “ […] En 1901 surgió la fundación salesiana de Córdoba en la popular barriada de San Lorenzo y en la demarcación parroquial del mismo nombre. Fueron promotores de la fundación don Mariano Amaya, párroco de San Lorenzo, y don Francisco Romero, celosísimo sacerdote que hizo posible la compra de la tenería y huerta de la calle Mayor de San Lorenzo, nº 168, para sede la Obra Salesiana”.

Por tanto, la tenería no estuvo en el solar de la Nevería: estaba justo en el solar de la acera de enfrente, donde hoy está el Colegio Salesiano (del que ciertamente, aunque de pasada, referí también su abundancia de aguas). En el siguiente mapa detallado de la calle Mayor, que realizó Dionisio Casañal (imagen 1), puede observarse dicho solar nº 168. Enfrente, el número 153, es el solar de la Nevería. Las zonas rayadas se corresponden, posiblemente, con huertos o espacios sin fachadas (como curiosidad, la actual calle Juan Palo aparece como "Juan Palof", ¿será éste su nombre auténtico?).



Imagen 1. Plano de la Calle Mayor de San Lorenzo. Dionisio Casañal (1984). Instituto Cartográfico de Andalucía.


Pero resuelta esta duda se plantean una serie de cuestiones adicionales para las que no tengo respuesta. ¿Qué camino seguiría el cauce que recogía las aguas del caño una vez pasada la tenería hasta dar con el Arroyo de San Lorenzo? Las curvas de nivel del Plano de Córdoba de Casañal (imagen 2), posteriores en casi un siglo a la desaparición de dicho cauce tras las obras del corregidor Eguiluz, no aportan ninguna pista. Es más, si se analizan se llega a la conclusión de que, tal como quedó el terreno, las aguas no tienen salida natural tras llegar donde estuvo la tenería (a la cota 103). Siguiendo un hipotético curso aguas abajo aparece una especie de barranco a la cota 102 (donde se localiza una "Casa Huerta Cerradilla") cercado por curvas de mayor nivel, tanto si buscamos salida inmediata para el agua por el oeste, en dirección a la muralla de la calle Escañuela, como si seguimos hacia el sur, donde el terreno comienzo a subir considerablemente hasta llegar a las cimas de la "Huerta de la Golondrina".

Imagen 2. Detalle del Plano de Casañal (1884) de la zona aguas abajo de la fábrica de curtidos/Colegio Salesiano. En azul dirección del agua.


Más cabos sueltos: ¿cómo es posible que hasta finales del XVIII hubiera este gran socavón en el paso de una de las principales vías de acceso a la ciudad desde el Este? (bien es verdad que a partir del siglo XVI desplazada en importancia por la que partía de Puerta Nueva) ¿qué justificaba su presencia? ¿que los vecinos pudieran coger el agua vertida por el caño en la hondonada como si aquello fuese un pilar o fuente? ¿y cómo afectaría dicho cauce al trazado de la cercana muralla?

Las mismas dudas surgen aguas arriba de la hondonada, ¿de dónde procederían las aguas que venían por el caño? ¿era una colector de aguas pluviales que se quedó dentro de una zona posteriormente urbanizada? ¿un arroyo encauzado? ¿era un desagüe de las aguas que nacían por la Fuensantilla y aún hoy se oyen en la calle Buenos Vinos? En fin, un rompecabezas, para qué seguir…


sábado, 22 de enero de 2011

Topónimos cordobeses (II): "La Matriz"

Hará cosa de un año, en la primera entrada de este blog hacía referencia a una serie de topónimos que perduran aún entre los cordobeses aunque la "oficialidad" los haya postergado del callejero. En esta entrada, sin embargo, se trata de un caso diferente, el de un topónimo de uso muy frecuente entre la población de hace poco más de un siglo, y que hoy día prácticamente ha desaparecido: la "Matriz".

Con este nombre se denominaba a una hacienda o finca que es citada de manera reiterada a lo largo de documentos del siglo XIX, de los que pueden señalarse fácilmente tres ejemplos. Así, aparece en Paseos por Córdoba, cuando en el recorrido por el barrio de San Andrés se habla de los estragos que las epidemias causaban entre los vecinos de la calle Almonas. y se señalan ubicaciones extramuros donde se establecieron cementerios provisionales para enterrar a las víctimas: "[...] y entonces se señalaron para cementerios en despoblado el huerto de la ermita de San Sebastián, la huerta de San Cayetano y un pedazo de terreno en el haza que hay detrás de la huerta de la Reina, cerca del camino que atraviesa hacia la Matriz y sitio conocido por el haza de Alonso Díaz".

Igualmente en las Ordenanzas de 1884, dentro de la enumeración de los caminos vecinales, se describe el número 35: "El que partiendo de la carretera provincial de Córdoba a Villaviciosa en el punto llamado fuente de la Huerta de la Reina, se dirige por la Matriz y atravesando el arroyo del Moro continúa a la carretera de Córdoba a Trassierra".

Finalmente, también aparece el topónimo "la Matriz" en el libro de las Aguas de Córdoba, en el que López Amo, al describir el venero de la Fábrica Catedral, comienza desde sus dos nacimientos principales en la Albaida y el Tablero, y luego va señalando diferentes veneros que se le van incorporando a la conducción de aguas:  "[...] y en la vuelta que da el camino inmediato a la huerta del Recuero [o del "Reguero"], se introduce otro que viene de la hacienda de la Matriz". 

Junto con estos ejemplos textuales, en el plano de 1896 del Instituto Geográfico Nacional (Imagen 1) puede verse localizada la casa principal de la finca, al norte de la Huerta de la Reina y en las inmediaciones del arroyo del Moro. Se ubica justo al noroeste de donde se cruzaban el camino que venía desde el Norte paralelo al cauce de este arroyo (más o menos la actual calle Poeta Emilio Prados) y el citado camino vecinal 35, que venía desde el Este por lo que hoy es la calle Fuente de los Picadores. Es curioso señalar que aunque la fecha de publicación del mapa es de 1896, los datos con los que se elaboró son sin duda anteriores a esta fecha, puesto que aún recoge el trazado original del arroyo que cruzaba por las Margaritas, pero que en 1892 fue desviado precisamente en este sitio hacia un nuevo cauce situado más hacia el oeste, dirigiéndolo hacia la actual avenida que lleva su nombre.
 
 
Imagen 1. Mapa del término de Córdoba. Instituto Geográfico Nacional (1896). En rojo casa de la Matriz, en azul cauce antiguo del Moro, y señalado en negro el camino vecinal 35 según las Ordenanzas de 1884.
 
¿De dónde pudo venir el origen de este topónimo? Por lo pronto, el término "matriz" lo primero que nos suena es a "algo" principal del que dependen otras entidades más pequeñas (la "casa matriz"), o a un molde, o si se es muy de matemáticas a un conjunto de números dispuestos en filas y columnas. En principio no parece que ninguno de estas acepciones pudiera tener mucho que ver. Y del término "matriz" tal cual, según el resto de significados que le otorga la Real Academia Española (RAE) hay poco más de donde "rascar". Pero quizás pueda dar cierta pista un término que también deriva de la matrix latina, y con el que di de casualidad puesto que ya apenas se usa: "almatriche", que según la RAE significa "reguera" o "canal de riego", y que proviene del mozárabe y árabe hispano almatríǧ o almatríč, acequia madre, que proviene a su vez del citado término latino matrix, -īcis, fuente, origen.
 
¿Tiene que ver esto con el topónimo del que hablamos? No deja de ser una hipótesis aventurada (y sin ningún rigor metodológico), pero lo que es indiscutible es que precisamente por toda esa zona no falta el elemento agua en sí o alguna infraestructura relacionada que justificaría de sobra el que diese ese nombre a una finca o hacienda. Ya se ha citado el venero que nacía allí señalado por López Amo. Pero también hay que recordar que el Aqua Vetus recorría esa zona, en la que además han ido apareciendo más conducciones que parecen ser aportes o ramales de dicho acueducto principal (las más "afortunadas", "puestas en valor", es decir, arrasadas casi en su totalidad y con cuatro restos sueltos de compromiso enterrados en sótanos). Y otras conducciones históricas de abastecimiento, como las Aguas de la Huerta de la Reina o las del Alcázar también transitaban por las inmediaciones, algo más al Este. Por no hablar de la presencia de antiguas conducciones o infraestructuras específicamente destinadas al riego, frecuentes por la cercana zona del Tablero. En suma, una compleja y variada red de canales, atarjeas, bóvedas y similares para el transporte de agua.
 
Dejando de lado el tema de las conducciones, dos testimonios orales, completamente independientes entre sí, pueden aportar otra alternativa. Un antiguo compañero, albañil de profesión, me comentó que estuvo trabajando en la construcción del Pryca Sierra (donde por cierto aparecieron restos del Aqua Vetus), y que cuando comenzaron a construir los aparcamientos subterráneos "allí no paraba de salir agua; las bombas tenían que funcionar día y noche; era un trabajo dificilísimo construir, parar, y sacar agua una y otra vez". El segundo relato fue obtenido de casualidad, cuando en uno de mis añorados paseos con los amigos Ángel y Vicente, en este caso por la Huerta de Hierro, entablamos una animada charla sobre veneros y similares con un hombre que andurreaba por allí con los olivos de la finca y que nos dijo "Pues debajo del Pryca Sierra [es que no decimos "Carrefour" ni con calzador] hay un brazo de mar".  Evidente exageración, pero que va en la línea del primer relato.
 
Así que sea por algún venerillo, por alguna construcción  hidráulica relacionada, porque allí hay una acumulación del agua que baja desde la sierra (¿un lago?), por una combinación de los mismos, o por otro motivo completamente diferente, el caso es que allí estaba el topónimo de la "Matriz", tan usual para los cordobeses del siglo XIX, y hoy desgraciadamente en el olvido.


viernes, 31 de diciembre de 2010

El extraño "pórtico" de San Lorenzo

Aparte de su por su magnífico rosetón, la iglesia de San Lorenzo es única en la ciudad de Córdoba por tener un pórtico que antecede a su fachada. Dicho pórtico consta de cinco arcos, tres en el frontal, y dos laterales, recayentes a las calles María Auxiliadora (calle Mayor) y Jesús del Calvario (calle la Banda). En algún momento fue tapiado, y sólo le dejaron abierta una pequeña puerta enrejada para acceso a la iglesia, que es en la situación en la que Teodomiro Ramírez de Arellano lo conoció y plasmó en sus Paseos. Según este mismo autor, dicho pórtico tuvo unas pinturas murales que desaparecieron en el siglo XIX y que parecen haberse perdido para siempre, puesto que no ha sido "rescatadas" en la última y espléndida restauración del templo de hace un par de años.


Imagen 1. La iglesia con el pórtico tapiado, finales del XIX. Fuente: Archivo Municipal.


¿Pero por qué sólo esta iglesia de entre sus "hermanas fernandinas" tiene este pórtico? Pues realmente no se sabe con certeza, por lo que quiero plantear aquí algunas hipótesis que he ido entresacando, lo que después de todo puede ser un ejercicio inútil, y el motivo sea tan simple como que "le dio por ahí al maestro constructor de la iglesia". Pero al menos queden como curiosidad.

En la tesis doctoral "Arquitectura Medieval Cristiana de Córdoba" de la Doctora María de los Ángeles Jordano, se señala que el pórtico fue un añadido posterior a la construcción original del templo, aunque por la tosquedad de su factura no la fecha más allá de mediados del XIV (cuando la iglesia estima fue construida entre mediados del XIII o finales del XIV). En esta misma tesis, la autora cita a otro autor, Serrano Orvín, que en 1976 planteaba la hipótesis de que dicho pórtico se realizase para disimular la irregularidad de la fachada debida a la conservación en un lateral un antiguo alminar, torre provisional (y quizás en no muy buen estado) hasta que Hernán Ruiz II construyó encima del mismo el soberbio cuerpo de campanas terminado en 1555. Esta es pues la primera hipótesis, y la única que he visto documentada: que el pórtico se hiciera para "tapar" una "imperfección arquitectónica".

Imagen 2. La iglesia con el pórtico "abierto". Fuente: Archivo Municipal.


La segunda hipótesis me la comentó hace tiempo un conocido historiador. Parte del hecho de que en el norte de la provincia de Córdoba es frecuente la presencia de iglesias o ermitas con pórticos similares al que nos ocupa, que ocupan todo la fachada y cuya finalidad era servir de cobijo a  a romeros o peregrinos. Entre estas ermitas quizás la más conocida sea la de la Virgen de Luna, entre Pozoblanco y Villanueva, aunque pueden enumerarse otras del mismo tipo que cita la propia Doctora Jordano en el El Guijo (Virgen de las Cruces), Belalcázar (Nta. Sra. de las Alcantarillas) o Fuente Ovejuna (Nta. Sra. del Castillo). Todas ellas en tierras de nuestra provincia que, entonces y ahora, destacan por su actividad ganadera, por lo que no es desdeñable que aquellos pórticos sirviesen en momentos concretos también de refugio a pequeños rebaños, muchos de ellos soportando duras jornadas trashumantes viniendo desde la Meseta.

Imagen 3. Santuario de la Virgen de Luna. Fuente: Turismo de Córdoba.


Precisamente, el barrio de San Lorenzo era la entrada a nuestra capital de las vías pecuarias por las que transitaban estos rebaños. Así, desde el descansadero del arroyo de Pedroches, la mismísima Cañada Real Soriana seguía, hasta mediados del siglo XX, por la actual calle Cinco Caballeros ("antiguo camino de Pedroches"), llegaba a la Puerta de Plansencia, y desde ahí giraba bruscamente al norte buscando la Fuensantilla y las actuales Ollerías (http://www.gmu.ayuncordoba.es/descripcion-de-las-vias-pecuarias-existentes-en-el-termino-municipal-segun-su-proyecto-de-clasificacion.html)%20. La propia tradición de la Aparición de San Rafael al Padre Roelas señala que éste, cuando vio en esa zona del arroyo del Camello a los cinco caballeros lo primero que pensó  fue que eran tratantes de ganado.

Y esta Cañada Real no era el único camino pecuario. También la Vereda de la Alcaidía cruzaba por la zona del Marrubial, y este mismo ejido era uno de los terrenos comunales de la ciudad donde los humildes cordobeses podían llevar sus pequeños rebaños estantes a pastar libremente. En suma, que junto a la Puerta de "Plasencia" (por cierto, otra ciudad de raigambre ganadera) el trajín de animales tenía que ser frecuente, y quizás algunos de ellos pernoctasen bajo el pórtico de San Lorenzo. Hoy puede parecer algo raro pensar en rebaños cruzando por medio de la población, pero hay que tener en cuenta que este barrio tuvo durante siglos una muy escasa densidad de habitantes, y su Calle Mayor, que comunicaba la Puerta de Plasencia con la iglesia de San Lorenzo, se fue conformando urbanísticamente de manera muy lenta tras la Reconquista, y siempre a la zaga que lo que históricamente había sido su origen: una mera vía de comunicación que hundía sus raíces en la secular Vía Augusta. 

Finalmente, la tercera hipótesis me la sugirió Manuel Estévez, cronista "oficioso" del barrio, y es una variante de la anterior, aunque con menos "glamour". El pórtico se habría concebido ciertamente como refugio, pero más que para ganado, para dar un precario techo los pobres de solemnidad que, desgraciadamente, siempre han proliferado en San Lorenzo. Por ello, cuando en el Motín del pan de 1652  los vecinos del barrio se armaron con lo que primero que encontraron a mano tuvieron claro desde un principio quiénes debían ser objeto de sus (justificadas) iras: no fueron a por los pobres y maltrechos curas de San Lorenzo, sino que enfilaron sus pasos Santa María de Gracia arriba, buscando airados una audiencia con el Obispo Pedro de Tapia... después de tratar infructuosamente de linchar al Corregidor, Vizconde de Peña Parda, que se salvó por lo pelos saltando por los tejados.

(Nota: Aunque he usado el término "pórtico" por ser el más preciso académicamente, a la mayoría de los vecinos del barrio esta palabra, o no les suena a nada, o si acaso les suena a "cosa" de griegos o similares, porque ellos lo que emplean es el término "portalón" que según la RAE es "puerta grande que hay en los palacios antiguos y cierra no la casa, sino un patio descubierto", y que a lo mejor queda como recuerdo en el subsconciente popular de cuando el pórtico andaba tapiado).

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Los olvidados árboles de Córdoba

Este pasado verano adquirieron cierta notoriedad varias noticias cuyo denominador común fue el arbolado de nuestra ciudad. En primer lugar, la lucha de unos vecinos en la calle Marquesa de Valdeiglesias por evitar una tala indiscriminada como consecuencia de las obras de una acometida de aguas. Su coraje tuvo éxito, y la sinrazón debió recular. Posteriormente, la noticia prendió con mucha más fuerza en el Parque Cruz Conde, como reacción a un proyecto de remodelación basado en el granito, el hormigón y la eliminación de masa vegetal; y sobre todo en la desinformación interesada. Aún prosigue la guerra de los grupos ciudadanos que levantaron valientemente su voz. La tercera y última noticia, por último, tuvo como origen la “negligencia” de unas constructoras que, “por error”, dañaron de forma irremediable unos venerables olmos junto al Cementerio de San Rafael. Tuvieron que arrancarse para evitar daños mayores. El Ayuntamiento, justamente, inició un expediente de sanción. Pero la cosa, por fortuna, no queda ahí: tanto trasiego arbóreo ha provocado que un puñado de ciudadanos ejemplares se hayan sentido interpelado y han constituido una plataforma en defensa de nuestro arbolado:

Plataforma en defensa del árbol en Córdoba:
http://www.facebook.com/group.php?gid=131639980218001

… Seguramente, el primer árbol citado en Córdoba sea el plátano que, según el poeta Marcial, plantó Cayo Julio César durante una de sus estancias en nuestra ciudad, probablemente cuando estuvo destinado como pretor de la Ulterior. Pero es un caso aislado. Lo que es plantar árboles con cierto criterio en la ciudad o sus alrededores sólo llegó con los aires de la Ilustración de finales del XVIII. En épocas anteriores, dentro de las murallas las fuentes sólo hablan de árboles que crecen salvajes, como los álamos que en la calle Enrique Redel flanqueaban el cauce estacional del arroyo de San Lorenzo. Alguna higuera o cabrahigo desperdigado. Y algún frutal que asomara más de la cuenta por parillas o muros, como los perales o cidros que dieron nombres a sendas calles en las Costanillas y San Andrés. Poco más. En los ruedos que circundan las murallas, por el contrario, sí se refieren plantaciones más o menos regulares de higueras, moreras (¡qué industria de la seda desaprovechada!), cidros, naranjos, limoneros, duraznos (especie de melocotonero), guindos, olivos, ciruelos, membrillos, nogales, almezos... Y subiendo más arriba por la sierra abundan las encinas y alcornoques, a los que acompañan acebuches, algarrobos, pinos, avellanos y castaños, majuelos, junto a los arroyos fresnos y sauces…

Pero volviendo a la ciudad, es en el siglo XVIII, como se ha señalado, cuando se crea en el Barrio de San Antón el primer paseo como tal, flanqueado por álamos. Se elige esa zona de Córdoba (hoy más bien olvidada) porque la Puerta Nueva era, desde los tiempos de Felipe II, el principal acceso por el camino de Madrid. Y había que poner presentable la entrada a los ilustres visitantes, sobre todo regios. Más tarde, el ferrocarril cambió el medio habitual de transporte, y el haza de la Agricultura y el antiguo ejido de la Victoria, ambos en el trayecto de la estación al casco urbano, se empezaron a engalanar con jardines y arboledas para recibir con algo de decoro a los nuevos visitantes motorizados.

De estos tiempos es un interesante informe de 1882, recogido en el libro "Córdoba en el siglo XIX, modernización de una trama histórica", en el que se citan las especies arbóreas que, con criterios botánicos, se consideraban más adecuadas para dichos jardines (1): olmos, álamos, arces, plátanos, castaños de indias, tilos, catalpas, manchuras (¿?) y paraísos. Es también en esta época cuando comienza a introducirse por nuestras latitudes el ailanto, especie de origen oriental avalada por sus cualidades de fácil plantación y crecimiento… tanto que hoy son una plaga: no hay solar abandonado donde no surjan brotes de esta especie sin ningún control.

Imagen1. Ailantos en un solar abandonado. Una estampa recurrente.

Aunque tarde, ciertamente la ciudad empieza ya a poseer una masa arbolada con cierto empaque, y ya en el siglo XX se acentúa la plantación de nuevos ejemplares. Olmos y plátanos, siguiendo la estela de los pioneros álamos blancos y negros se disponen profusamente en avenidas y calles de cierta importancia. En las fabriles Ollerías se plantan infinidad de acacias y arces (negundos). Las palmeras, siguiendo la tradición, se reservan para zonas ajardinadas con cierta “solera”. Los cipreses continúan con su aire funerario. Los eucaliptos se plantan por sus propiedades, dicen, balsámicas, además de sus usos industriales. Sueltos aquí y allá, algún fresno, alguna acacia espinosa, moreras papeleras, naranjos, aún menos limoneros, tilos en algún jardincito… y sobre todo las rústicas moreras, higueras, olmos y almezos que en ocasiones se incorporan como “extraños” a la ciudad a la par que sus antiguas huertas de las “redondas”, pero que en otras ocasiones son injustamente eliminados en nuevos barrios que junto al hormigón traen sus propios árboles. Y más especies empiezan a expandirse, algunas ya con carácter más “ornamental”, como los ciruelos japoneses, los paraísos o cinamomos (melias), los cedros, aligustres…


Imagen 2. Antiguos almezos junto a la piscina de Lepanto.

Llegamos a los tiempos actuales. Según ha aparecido recientemente en prensa, Córdoba cuenta con una apreciable relación de un árbol por cada cinco habitantes. Dato que hay que celebrar, pero con matices. Primero porque no es lo mismo el arbolado de los jardines, recintos con un número importante de ejemplares, generalmente bien cuidados, que el arbolado que simplemente se alinea y malvive en una calle. Y no son lo mismo los frondosos y venerables olmos, plátanos, acacias, etc. que van cayendo como consecuencia de la incuria y la dejadez, que los nuevos arbolitos de “diseño”, jacarandas, mimosas, albizias (la nueva moda), árboles de Júpiter, árboles del amor, etc., seguramente más bellos para el profano y menos “bastos”, pero que ni de lejos proporcionan las amplias sombras de los otros, a los que van desplazando.

Lo ”ornamental”, la “filigrana”, como en todas las cosas de la vida, tienen que venir como un añadido, siempre cuando se haya cubierto lo “básico”, y que en el caso de un árbol se centra simple y llanamente en proteger del sol y proporcionar frescor. Y esta carencia “básica” se nota en las avenidas o calles por donde malamente deambula en verano cualquier abrasado peatón. No se respeta al árbol antiguo si tiene la mala suerte de encontrarse por medio de una obra en el momento preciso en el instante fatídico. Da igual el sentimiento que lleven detrás, da igual que casi todos recordemos con cariño y nostalgia a algún árbol que nos recuerde tiempos ya pasados, donde haber jugado, trepado, escrito en su corteza o simplemente haber comido de sus humildes frutos.

Porque al final, a esas moreras, higueras, acacias, olmos, álamos… que llevan aquí más que nosotros, les es aplicable, intercambiando simplemente el nombre de la especie, aquello que cantara a una palmera Abderramán I: “Creces en la tierra en que eres peregrina”. Porque estos antiguos árboles son “exiliados” y “extraños” en su propia ciudad. Todavía resisten algunos, como ese espléndido y solitario fresno de Santa Marina, esquina con la calle Moriscos, que no se ha enterado aún de que por allí ya no circula “su” arroyo. Y que en su vejez, abandonado, trata de sobrevivir otro año más a los rigores de un invierno que, ojalá, no sea el último.

Imagen 3. El fresno de Santa Marina.

(1) “Descripción abreviada de los árboles que se han de adquirir para los paseos y jardines”. Córdoba 1 de diciembre de 1881. El Ingeniero Agrónomo Municipal, Juan de Dios de la Puente, en A.M.C.: Sec. 7ª Ser. 3. Caja 6-4. Exp. S.n.º: Relativo a la adquisición de árboles y arbustos con destino a su plantación en los jardines y paseos públicos. Año 1881, s.f.